Capítulo 3

 

Las nubes blancas y grises se arremolinaban en las montañas. La lluvia caía con suavidad y hacía un frío helador. Melanie se sentía como si estuviera flotando alrededor de las montañas, junto con las nubes y un par de botas de niño azules y rosas. De pronto, se quedó quieta.

Miró a través de la cortina de agua. Hacia el este de la montaña, Zack sujetaba a Amy en brazos y miraba hacia la cima. Hacia el oeste, había una bella mujer con el cabello largo, rizado y oscuro. Ella no miraba hacia la cima. Miraba a Melanie y le hacía señas. Melanie descubrió que no podía caminar hacia ella. Estaba paralizada y el pánico se apoderaba de ella. Comenzó a temblar, pero al final, extendió la mano hacia Sherry Morgan...

Melanie abrió los ojos y se sentó en la cama. Estaba temblando y sentía mucho frío. Sabía que tardaría toda la tarde en volver a entrar en calor. Sherry Morgan quería algo de ella, ¿pero qué?

Se cubrió la cara con las manos y después se pasó los dedos entre su corta cabellera. Quizá estaba volviéndose loca. Respiró hondo unas cuantas veces y pensó que solo tenía una manera de saberlo. Tenía que ver una foto de la esposa fallecida de Zack.

El tiempo pasaba despacio y Melanie no conseguía dormirse otra vez. Cuando amaneció, se sintió aliviada. También sentía miedo. Aunque consiguiera la siguiente pieza del puzzle, ¿de qué le serviría?

Pensó en Zack y en la noche anterior, y en lo que ella había sentido y anhelado. El deseo de que la besara y abrazara había sido muy fuerte. ¿Era su deseo... o el de Sherry Morgan?

Cuando Melanie se dirigió a la cocina, se alivió al ver que Zack ya había desayunado y que se había marchado. Amy sonrió y balbuceó algo acerca de BoBo y de su papá. Melanie ansiaba tener libertad para tomar a la niña en brazos, abrazarla y darle los buenos días como si fuera su propia hija.

Flo la miró por encima del hombro.

— Buenos días. ¿Quieres que te haga unos huevos revueltos? Zack tenía una cita muy temprano en Santa Rosa y se ha marchado.

—Un café y una tostada será suficiente.

Durante el desayuno, Melanie y Flo hablaron sobre Clear Lake y los artistas que actuaban, hasta que Amy comenzó a golpear su bandeja porque quería que la bajaran de la sillita.

Flo se rió.

— Sabe muy bien lo que quiere. Ha heredado la decisión de su padre y la obstinación de Sherry.

—Ah, pero también ha heredado la dulzura de alguien —Melanie estaba segura de ello.

— Supongo que eso es lo mejor de Zack y Sherry.

—¿Conocías bien a Sherry?

—Conozco a Zack desde que era un niño, y conocí a Sherry cuando se casaron. Yo era vecina de su padre, y cuando falleció mi marido, no tenía nada que hacer. Entonces, Zack perdió a Sherry, y yo me ofrecí a cuidar de Amy hasta que él encontrara a alguien más. Pero me encantaba hacerlo, y hace seis meses vendí mi casa y me mudé a vivir con él. Ha salido muy bien, y me encanta estar aquí, cerca de las montañas y todo eso.

Mientras Flo le limpiaba la cara a Amy, Melanie preguntó con la mayor naturalidad posible:

—¿A quién se parece Amy, a Zack, o a su madre?

—Es una buena pregunta. Probablemente a los dos. Hay una foto de Zack y Sherry en el armario del salón. Ve a mirarla.

Melanie entró en el salón para mirar la foto. En ella, aparecía Zack con una bella mujer morena. Sin duda, Sherry Morgan era la mujer que la llamaba en el sueño.

Melanie se preguntó si de manera inconsciente, alguna vez que había entrado en el salón, había visto la foto. No recordaba haberlo hecho, pero eso no significaba nada.

Se tomó unos minutos para tranquilizarse y regresó a la cocina.

—Creo que tienes razón. Se parece a los dos —como estaba un poco nerviosa, dijo—. Tengo que hacer unas llamadas antes de bajar a las oficinas —agarró el teléfono inalámbrico que estaba sobre el mostrador de la cocina—. Si lo necesitas, me lo pides.

—No, no voy a necesitarlo. Voy a hacer galletas de avena, si esta granuja me deja.

Amy sonrió encantada.

—Galletas.

Melanie recordó cómo su hija le pedía galletas de la misma manera. Salió de la cocina con el teléfono, se dirigió a su dormitorio y cerró la puerta.

Tenía que llamar a unos distribuidores, pero primero tenía que hablar con Jordan. Quizá él pudiera ayudarla a encontrar el sentido a todo aquello. ¿Estaría en su casa o en el hospital? Jordan Wilson era su oftalmólogo, pero, sobre todo, era su amigo. Decidió probar primero en su casa.

Cuando contestó, Melanie se sintió aliviada.

—Jordan, soy Melanie.

—Estaba preocupado por ti.

Melanie le había contado sus planes de conocer a Zachary Morgan.

—Todo se ha complicado un poco. Me ha contratado y estoy viviendo en su ático.

—¿Que estás qué?

—No empieces, Jordan. La habitación de su ama de llaves está junto a la mía. Ella y la hija de Zack son muy buenas carabinas.

—¿Y Morgan sabe quién eres? —su amigo parecía preocupado.

—No, no puedo contárselo aún. Pensaría que estoy loca. Ya lo sabes.

—Yo no creo que estés loca.

—Es diferente. Tú eres mi médico.

— Soy un oftalmólogo que nunca había oído hablar del tipo de experiencias que estás teniendo.

—Tienes una mente abierta.

—No me dejaste mucha elección.

Ella sonrió.

—Eso no es cierto, y lo sabes. Eres un hombre comprensivo, Jordan, y eso hace que sea fácil confiar en ti. No le he contado nada de esto a nadie, excepto a Barbara. Lo sabes. Y todavía no puedo hacerlo. No puedo correr el riesgo de que Zack Morgan me eche de su vida y crea que estoy chiflada.

—Estoy convencido de que puede ver que no lo estás —contestó Jordan.

—No sé. A veces nada tiene sentido. Siento la misma conexión hacia su hija. Y anoche tuve un sueño... —se calló.

—Me temo que vas a hacerte daño —dijo él.

—No puedo hacerme más daño del que me hice en el incendio. No tengo elección. Nunca conseguiré vivir en paz si no lo descubro.

— Supongo que no. Solo recuerda que puedes abandonar en cualquier momento, y que puedes llamarme si me necesitas.

Jordan tenía más de cuarenta años y era como un hermano mayor para Melanie. Cuando ella le contó lo que le estaba pasando, tuvieron largas conversaciones acerca de la vida y la muerte. Entre comidas y cenas, se hicieron grandes amigos.

— Gracias por ayudarme con todo esto —le dijo ella—. No sé qué habría hecho sin ti.

—Tu amistad significa mucho para mí. Ha hecho que me dé cuenta de que en la vida hay muchas más cosas además de los hospitales y los pacientes. Me ha ayudado a recordar que en la vida ocurren cosas que no podemos explicar, y que quizá no debamos ni intentarlo. Tenlo presente, ¿vale?

—Vale.

Cuando colgó, Melanie pensó que debía encontrar una explicación a todo aquello, y que si no, no podría continuar con su vida.

La tarde siguiente, Melanie pasó por el ático para buscar unos papeles que tenían las indicaciones para lo que había que hacer en las oficinas. En la nevera había una nota de Flo que decía que se había llevado a Amy en el cochecito. Melanie se quedó sorprendida al ver que le apetecía más salir de paseo con Flo y Amy que trabajar. Después del accidente, había dedicado su vida al trabajo, pero de pronto el trabajo le parecía mucho menos importante que pasar todo el tiempo posible con la pequeña. ¿Eran sus sentimientos o los de Sherry?

Abrió la nevera y se sirvió un vaso de zumo. Era el momento de ponerse a trabajar y de dejar de pensar en todo eso. Se dirigía a su habitación cuando sonó el telé—

Íio. Sabía que había un contestador automático, pero ¿y Zack quería contactar con ella por algún motivo? Te—i que reunirse con un distribuidor y había dicho que no regresaría hasta después de cenar. Contestó el teléfono y dijo:

—Residencia de Zack Morgan.

—¿Hola? —dijo una voz de mujer—. ¿Es usted la señora Briggs?

—No. Me llamo Melanie Carlotti. Trabajo para el señor Morgan.

—Ah, ya. Bueno, le he dejado un mensaje en todos los números de teléfono que tengo de él. ¿Puedo dejar otro con usted? Es urgente.

—Por supuesto.

— Soy el agente inmobiliario del señor Morgan. He conseguido un comprador para su casa, y es una buena oferta. Pero el comprador quiere tener la casa de inmediato, y tenemos que solucionar algunas cosas. ¿Podría decirle que me llame lo antes posible?

—Se lo diré en cuanto lo vea esta noche.

Cuando Melanie colgó, se percató de que Zack trataba de dejar atrás su pasado. Tenía la sensación de que la pérdida de Sherry todavía estaba muy presente en su vida, y quería saber por qué. ¿Por qué había amado a su esposa con locura? ¿O había otro motivo? Algo más que tenía que ver con su sueño y con que Sherry la llamara en él.

Amy ya estaba acostada cuando Zack llegó a casa aquella noche. Después de pararse a saludar a Flo y a Melanie, se dirigió a la habitación de su hija para darle las buenas noches. Mientras Zack estaba con su hija, Flo colocó un plato de galletas de avena en el centro de la mesa de la cocina y, después, se marchó a su habitación para ver la televisión.

Melanie esperó a Zack en la cocina tomando una taza de té. En cuanto él entró, le dijo:

—Tengo un mensaje para ti de tu agente inmobiliario.

—Lo he recibido en el buzón de voz del teléfono móvil — sacó un cartón de leche de la nevera.

—¿Has tenido mucho tiempo la casa en venta?

—Unos cuatro meses. Tengo que ir allí mañana por última vez.

Melanie podía imaginar lo difícil que debía ser aquello.

De pronto, él la miró y le dijo:

—¿Te gustaría acompañarme y dar un paseo por Santa Rosa? Volveremos al mediodía.

—¿Estás seguro de que quieres compañía? A veces, dejar la casa en la que uno ha vivido resulta difícil.

Zack no respondió en seguida. Se sirvió un vaso de leche y se sentó frente a ella.

— Solo es una casa. Amy ni siquiera la recordará, y dentro de algún tiempo, yo tampoco.

¿De verdad le resultaba tan fácil dejar el pasado? Si ella iba a la casa con él, ¿sentiría la presencia de Sherry? Lo descubriría el día siguiente.

—Me encantará acompañarte.

—¿Podrías estar preparada después de desayunar?

—Perfecto.

Zack tomó una galleta del plato y se quedó pensativo.

No importaba lo que él dijera, Melanie sospechaba que aquella noche Zack iba a pensar mucho sobre su matrimonio y sobre la vida que había compartido con su esposa en aquella casa, aunque él no quisiera admitirlo.

Se puso en pie y llevó la taza al fregadero. Después se dirigió hacia la puerta y se despidió de él:

—Te veré por la mañana.

Zack asintió pensativo y ella se marchó a su dormitorio, preguntándose si aquella noche volvería a tener el mismo sueño y qué pasaría si se lo contaba a Zack.

El viernes por la mañana, de camino a Santa Rosa, Melanie miró varias veces a Zack y se preguntó en qué estaría pensando, si se arrepentiría de haberle dicho que lo acompañara. Intentó entablar una conversación, pero todos sus intentos fueron fallidos. No lo conocía lo suficiente como para entrometerse en su vida, ni para decirle que comprendía la pena que sentía por haber perdido a un ser querido. Él podría hacerle preguntas y ella no estaba preparada para contestar.

A medida que entraban en Santa Rosa, Zack le iba diciendo el nombre de los barrios por los que pasaban. Ella se fijó en algún complejo de apartamentos, pero estaba más centrada en el hombre que tenía a su lado y en lo que él estaría pensando, que en buscar otro sitio donde alojarse.

AI cabo de un rato, Zack detuvo el coche frente a una casa de dos plantas en muy buen estado.

—Esta es —dijo él.

—¿Quieres que te espere aquí? —le preguntó cuando él se disponía a abrir la puerta del coche.

—No, solo voy a echar un vistazo para asegurarme de que todo está como lo dejé. No he entrado desde hace algunas semanas.

Melanie se bajó del coche y ambos se dirigieron hacia la entrada. Zack sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta.

Melanie se fijó en que la casa no estaba del todo vacía. Había cortinas en las ventanas y alfombras en el suelo de madera.

—A lo mejor los nuevos dueños quieren quitar las cortinas y las alfombras, pero yo tampoco las quiero para nada —comentó Zack mientras entraba en el salón

Melanie se fijó en que las cortinas estaban hechas a medida y en que las alfombras eran de buena calidad

— ¿Cuánto tiempo viviste aquí? —le preguntó a Zack.

— Seis años. Sherry y yo compramos la casa después de casarnos —dijo Zack, y se dirigió al piso de arriba.

Melanie lo siguió. Entraron en todas las habitaciones. Era una casa bonita, pero estaba vacía, y Melanie sabía que Zack sentía más el vacío que ella.

Cuando regresaron al piso de abajo, ella entró en la cocina y se fijó en que era moderna. Zack la vio mirando los fogones y dijo:

— Sherry no cocinaba mucho, pero le gustaba tener el último modelo en electrodomésticos.

Despacio, abrió la puerta trasera y se quedó mirando el exterior durante unos instantes. Por la rigidez de su postura, Melanie notaba que estaba tenso. Después, continuó revisando el resto de la casa, pero mucho más distante.

Al final, regresaron al recibidor y ella no pudo evitar decirle:

—Estoy segura de que echas de menos esta casa.

—No la echo de menos. No pienso en ello. Igual que trato de no pensar en el accidente de Sherry.

En lugar de intentar averiguar más cosas sobre el accidente, Melanie quería ayudarlo a superar el dolor.

—No puedes negar el sufrimiento. Si lo haces, te costará mucho más superarlo.

Desde el primer momento en que conoció a Zachary Morgan decidió que era un hombre bondadoso, pero de pronto, no había nada de bondad en su tono de voz ni en la turbulenta mirada de sus ojos marrones.

— Te he contratado como decoradora de interiores, no como consejera. No trates de psicoanalizarme, Melanie.

No era necesario que añadiera: «me equivoqué al decirte que me acompañaras», Melanie sabía que lo estaba pensando.

Ni siquiera lo conocía lo bastante como para que él pudiera herirla, sin embargo, sus palabras la hirieron porque ella deseaba ayudarlo. Quería conocerlo mejor. Quería resolver el misterio que encubrían sus sueños.

Se fue al coche y esperó a que Zack terminara de decir adiós a la casa en la que había vivido parte de su vida.

El camino de regreso lo hicieron en silencio, y aunque el resto del día, Zack entró y salió del ático varias veces, Melanie se quedó en su habitación haciendo un presupuesto. En cierto modo, sentía que pertenecía a ese lugar, con Zack y Amy, pero por otro lado, se sentía como una extraña.

Durante la cena, Flo le contó a Melanie los planes que tenía con su hermana para el día siguiente. Iban a marcharse temprano en dirección a Reno.

— Saldremos a las cinco de la mañana, así que me voy a acostar a la misma hora que Amy. Probablemente regresemos a casa sobre la medianoche, espero que con los bolsillos y las carteras llenas de dinero.

Se hizo un silencio y Flo miró a Melanie y después a Zack. Era evidente que notaba que había tensión entre ellos. Se limpió la boca con una servilleta y dijo:

— Voy a bañar a Amy y a ponerle el pijama antes de recoger todo esto. Hay tartaletas de arándanos en la nevera, por si os apetece.

Al ver que ni Zack ni Melanie mostraban mucho interés, Flo arqueó las cejas. Bajó a Amy de la sillita y la llevó al baño.

Zack se puso en pie y se sirvió una taza de café. Después se dirigió a Melanie.

—¿Te apetece otra taza de café?

Ella le tendió la taza.

—La mitad.

Al agarrar la taza, sus dedos se rozaron y ambos se miraron. Durante unos instantes, parecía que el mundo se había detenido.                                        

Después, él dejó la taza sobre el mostrador y la llenó hasta la mitad. Cuando regresó a la mesa, se sentó en la silla de Flo, al lado de Melanie, y le dejó la taza delante.

—Esta mañana no debí decir lo que dije.

Llevaba una camiseta de tela vaquera y unos pantalones vaqueros negros. Melanie nunca había estado tan consciente de su presencia. Agarró la taza y lo miró a los ojos.

—No debí meterme en tu vida.

—No quiero que te sientas así. Tenías razón esta mañana. No solo era un recorrido por una casa que iba a vender. Era revivir los recuerdos, y ha sido mucho más duro de lo que esperaba.

— Los recuerdos son cosas curiosas —dijo ella—. Uno espera que lo reconforten, y sin embargo, traen tristeza y amargura, y el deseo de volver a vivir momentos del pasado.

— Hablas como si lo supieras bien.

«Cuidado», pensó ella, «ten mucho cuidado». No podía bajar la guardia. Aún no.

—Todo el mundo tiene que afrontar la pérdida de seres queridos, y el tiempo ayuda. Pero eso no significa que sea fácil. Perder a mis padres... Incluso después de todo este tiempo, los echo de menos.

Zack bebió un sorbo de café. La risa de Amy se oía desde la cocina.

— Amy hace que tenga ganas de continuar con mi vida —admitió él con una sonrisa—. Es la estrella en la que fijo mi futuro. Todo lo que hago lo hago por ella.

Melanie sabía muy bien lo que sentía Zack. Kaitlyn había sido su vida, su esperanza, su promesa del futuro.

—Eres afortunado —murmuró.

—Lo soy —el silencio que se hizo a continuación estaba lleno de comprensión, y era un poco perturbador.

Melanie se levantó de la mesa y comenzó a recoger los platos.

—No tienes que hacer eso —dijo él, y le agarró la mano. Tenía la piel cálida y tersa.

— Sé que Flo quiere acostarse temprano —contestó ella.

— ¿Tienes planes para mañana? —preguntó él. Le soltó la mano y se puso en pie.

—Nada especial. ¿Por qué?

—Hay una fiesta a la que tengo que ir mañana por la noche. La pareja que la celebra vive cerca de Clear Lake, tienen un rancho allí. Quieren presentarme a unos empresarios que van a contribuir a que la zona se desarrolle. Ese tipo de eventos siempre son más agradables si vas acompañado.

—¿Y Amy? Flo dijo que llegará tarde.

—Ya he quedado con mi padre para que venga a quedarse con ella. Se llevan muy bien, y no la ve tanto como le gustaría.

—¿Es una fiesta de etiqueta? — Melanie quería arreglarse para que la viera Zack.

—Por supuesto. Cecile me ha dicho que no me dejará entrar si no llevo corbata. Creo que Cecile y Don te caerán bien. Es posible que puedan darte algo de trabajo cuando termines con mi proyecto.

—Aja, eso significa que tengo que causar buena impresión.

—No creo que eso sea un problema.

Estaban muy cerca el uno del otro y Melanie sintió un fuerte deseo de acariciarlo. No sabía si le había pedido que la acompañara a la fiesta porque quería conocerla mejor, o simplemente porque quería compañía. Daba igual. Así ella tendría la oportunidad de conocerlo mejor.

—Una fiesta, suena bien.

Zack se acercó un poco más. Ella alzó la barbilla una pizca. El espacio entre ellos era menor, pero justo en ese momento, Flo llamó desde el baño:

— ¿Alguien quiere darle las buenas noches a este angelito?

Zack dio un paso atrás, Melanie respiró hondo y él salió de la cocina para despedirse de su hija.

El vestido azul sin mangas que llevaba Melanie podía parecer informal, pero con la chaqueta torera que se había puesto, los pendientes de perlas y los zapatos de tacón alto, iba muy elegante. Se había peinado con cuidado y también se había puesto un poco de lápiz de labios.

Quería estar muy guapa aquella noche. Quería que Zack estuviera orgulloso de tenerla a su lado.

Cuando llamaron al timbre, le puso la tapa al lápiz de labios y salió para conocer al padre de Zack. En ese mismo instante, Zack salió de la habitación de Amy. La pequeña llevaba puesto el pijama y estiró los brazos hacia Melanie.

—M... elanie.

—Melanie está muy elegante —le dijo Zack a su hija—. A lo mejor no quiere que le arrugues el vestido o que le estropees el peinado —Zack estaba hablando con su hija, pero miró a Melanie de arriba abajo y ella se estremeció.

Melanie no pudo resistirse y tomó en brazos a la pequeña.

—Este vestido no se arruga, y el viento me estropeará más el peinado que Amy.

La pequeña le acarició el cabello y sonrió.

Zack se rió.

—Creo que comprende más de lo que creemos.

Cuando Melanie miró a los ojos de Amy se preguntó si la pequeña sentía el espíritu de su madre y la conexión que la había llevado hasta allí.

Melanie miró a Zack y lo encontró mirándola con expresión de tristeza. Melanie imaginó que echaba de menos a su esposa.

Momentos más tarde, Zack se volvió y se dirigió hacia la puerta. Melanie fue con Amy hasta el salón.

—Melanie, este es Ted Morgan, mi padre —le dijo Zack—. Papá, esta es Melanie Carlotti. La decoradora de la que te hablé.

Ted Morgan era un poco más bajo que su hijo. Tenía el pelo castaño oscuro y casi tan espeso como él, aunque ya se le veían algunas canas.

—Encantado de conocerla, señorita Carlotti —le dijo. Después se dirigió a su nieta—. ¿Estás preparada para divertirte esta noche?

—Es un poco joven para jugar al póquer, papá.

— Bueno, pero empezaremos contando sus dedos del pie. Dentro de un año, conocerá los números de las cartas.

Melanie se rió. Le gustaba el padre de Zack. Era amistoso y decía lo que pensaba. También se notaba que Amy lo adoraba. La pequeña le estaba dando palmaditas en la mano.

—Parece que quiere jugar. Cuando volváis, probablemente estaré agotado y dormido en el sillón.

Zack le preguntó a Melanie:

—¿Estás preparada para marcharte?

—Por supuesto.

—El número de Cecile y Don Baker está apuntado en la nevera, y ya tienes mi número del móvil —le dijo Zack a su padre.

—No te preocupes por nosotros. Tengo el coche lleno de gasolina por si necesitamos algo. Paré en Cool Ridge para llenar el tanque. Vives en la mitad de la nada.

—No por mucho tiempo —contestó Zack con una expresión que indicaba que ya habían hablado de eso antes.

Zack se agachó y besó a su hija. Melanie se despidió de ella con la mano y ambos se dirigieron hacia el ascensor.

Mientras conducía, Zack trataba de mantener la vista en la carretera. Melanie era una gran distracción. El se sentía inquieto cuando estaba cerca de ella. Amy se encontraba muy a gusto con ella, como si Melanie la hubiera cuidado desde que nació. Y parecía que Melanie adoraba a Amy. Sherry quería a su hija, pero no siempre disfrutaba de estar con ella. Su profesión había sido muy importante para ella. Había dejado de trabajar una temporada para tener a Amy, pero no podía esperar para regresar a su puesto de ejecutiva en una empresa de cosméticos. Cuando descubrió que estaba embarazada otra vez, Amy solo tenía cuatro meses, y Sherry no quería otro bebé. Ella le había gritado a Zack que quería recuperar su vida anterior. Había sido la peor discusión que habían tenido nunca y el motivo por el que él se sentía responsable de su accidente. Zack no podía evitar preguntarse si ella pensaba abortar... si se dirigía hacia la zona de construcción donde estaba él para decirle que iba a abortar independientemente de si él quería o no.

—Aquí el cielo es precioso por la noche —murmuró Melanie interrumpiendo los pensamientos de Zack.

Aliviado por dejar de pensar en ello, Zack miró al cielo y se fijó en la luna creciente.

— Supongo que en Los Ángeles no podías verla a causa de la niebla.

— Algo así.

—Creo que no aprecio esto lo suficiente. Hace falta que llegue alguien como tú para recordarme lo bonito que es —le dijo, y la miró. Sintió un nudo en la garganta y cómo la sangre le corría más deprisa por las venas. Melanie estaba preciosa, era pura tentación.

Pisó el acelerador un poco más y llegó a la conclusión de que invitar a Melanie aquella noche no había sido buena idea.